Las «mujeres del mar» -eso significa Ama-, se sumergen hasta el fondo marino en busca de perlas. Ellas conocen bien aquellas profundidades, las condiciones propicias del mar, las zonas donde buscar, las mejores formas de pescar… Se han transmitido esta información a través de generaciones. Saben que las perlas solo se encuentran en ciertas ostras que crecen en ciertos arrecifes profundos, batidas por frías corrientes, rodeadas de algas, peces y otros animales marinos… en medio de su hábitat, su territorio, su ecosistema.
Y hasta allí llegan ellas buceando, conteniendo el aire, poniendo toda su atención y su experiencia en explorar el fondo con su mirada para encontrar los indicios que señalan la presencia de las preciadas ostras.
Es imposible hallar perlas sin bucear en el fondo del mar. Algo parecido siento ante la búsqueda que me he propuesto hacer.
Como contaba en una entrada anterior, quiero acercarme a algunas «nuevas» iniciativas y experiencias que tratan de organizarse para transformar el mundo (¿Cómo le llamamos?¿resistencia, resiliencia, revolución…?) y quiero buscar en ellas, en sus practicas reales, pistas que señalen la existencia de «perlas» organizativas (como, por ejemplo, nuevas formas de pensarse, de narrarse, de contarse a otras, de sostenerse, de actuar juntas, de relacionarse entre sí y con su ecosistema…) que puedan ser útiles para otros procesos.
La metáfora de la perla habla de una cosa preciosa, algo muy hermoso y al tiempo muy valioso. Pero también sirve otra metáfora más agraria: la de las «semillas«. Las perlas que buscamos son también semillas, semillas de futuro, porque si podemos recogerlas, sembrarlas y cuidarlas en nuestros propios procesos organizativos, estos crecerán y florecerán, haciendo mejores -más afectivas y efectivas, que diría Amalio Rey- las iniciativas colectivas transformadoras.
Pero, volviendo a las Ama, su historia me sugiere que solo es posible encontrar las perlas (o las semillas de futuro) sumergiéndose en el mar, en el entorno, en el ecosistema social de las iniciativas y experiencias. Observándolo atentamente, recreando la mirada, poniendo el foco en aquellas zonas menos iluminadas, atendiendo a los indicios y las pistas, escuchando, preguntando…
Es dudoso que las preguntas que nos hicimos en el pasado para acercarnos y conocer a los colectivos y las asociaciones, sirvan tal cual para explorar las organizaciones sociales que ahora mismo están reconstruyéndose, adaptándose a una nueva realidad, a un nuevo tiempo. Seguramente algunas de esas preguntas ya no son importantes, interrogan sobre una realidad desaparecida o a punto de hacerlo, ya no significan nada o muy poco. Otras preguntas, en cambio, seguirán siendo claves, como las que se refieren a la sostenibilidad y las condiciones básicas para que cualquier proyecto colectivo pueda llevarse a cabo.
Y sospecho que hay nuevas preguntas que no podemos siquiera imaginar, que solo las descubriremos -con el tiempo- a partir de las prácticas y los procesos. Pero, como alguien señalaba cuando compartía mi inquietud por las preguntas a hacer, probablemente lo más interesante es saber cuales son las preguntas que se hacen ahora las nuevas organizaciones -o sea, las personas que las forman- sobre ellas mismas, sobre su presente y su futuro.
Del mismo modo que las Ama se sumergían desnudas (hasta que con el turismo llego el pudor), sin otras prendas que un taparrabos y unas gafas protectoras, en esta inmersión será necesario dejar fuera del agua los prejuicios, los clichés, los viejos esquemas… El tiempo que vivimos nos obliga a mirar a las experiencias y organizaciones transformadoras con nuevas miradas, con nuevos ojos.
He pasado mi vida profesional y activista observando y escuchando muchas iniciativas y experiencias colectivas, tratando de acompañarlas desde la perspectiva de la Educación para la Participación, la Animación Sociocultural y la Educación Popular. Creo que no son malas «gafas de bucear» en la realidad, especialmente porque se basan en el pensamiento crítico y en la experiencia colectiva acumulada. Pero hemos de tratar de que esas gafas no «contaminen» la mirada, no nos conduzcan a automatismos en las conclusiones.
En la inmersión, será fundamental tener la mente abierta. Y, como siempre lo fue, la herramienta fundamental de la búsqueda ha de ser la pregunta. Pero solo preguntas para comprender, no para corroborar ideas previas. Será necesario reaprender los lenguajes y sus significados, encontrar y hacer nuestras las nuevas palabras con las que se están re-construyendo, re-nombrando a si mismas las nuevas organizaciones solidarias.
(continuará)


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