¿Te ha ocurrido alguna vez que has puesto mucha ilusión y esfuerzo en algo que después no puede ser? A mi muchas veces, por aquello de tener una vida larga y ancha, y porque la vida es siempre la que manda.
Así que, después de soñar y preparar el Viaje al Archipiélago del Común con mucha gente (especialmente Pep Beltrán y Carlos Lirola) y durante mucho tiempo, un virus digestivo me impidió viajar a Valencia, a Sankofa, para sumarme a quienes realizaron la travesía.
En mi vida profesional y activista me ha tocado participar muchas veces en actividades, aquí y allá, en penosas condiciones físicas, con flemón y dolor de muelas, la tripa suelta, ataques de ciática y otras dolencias, dinamizando talleres, interviniendo en encuentros y congresos… pero los años no pasan en balde, así que -en esta ocasión- me he quedado en casa haciendo reposo, bebiendo suero y mordiéndome las uñas por no poder viajar a este encuentro soñado.
Y es que, además, la vida también me ha enseñado que nadie es imprescindible (y, si lo fuera, mala señal) en los procesos colectivos, aunque todas sean importantes. Que las personas y los grupos -a poco que sean inteligentes- siempre encuentran la manera de hablar de lo que verdaderamente les preocupa y siempre ocurren cosas importantes, nuevos aprendizajes que no estaban previstos.
He pasado tres días -entre visita y visita al señor Roca- pegado al wasap, reclamando fotos e impresiones a las amigas y amigos, imaginando en qué momento de la travesía colectiva se encontrarían, qué conversaciones trabarían, cuáles serían sus respuestas, cuáles sus preguntas…
Todavía humean los rescoldos de la hoguera y suenan las músicas de la «festa al carrer», por los 9 años de Sankofa («haciendo barrio»), celebrando la diversidad y la comunidad entre cantos, risas y danzas. Todos los muebles de Sankofa -que tienen ruedas- han de volver a encontrar su lugar, tras estos días intensos.
Las primeras sensaciones que llegan de quienes hicieron la singladura hablan de satisfacción, de proximidad y cercanía. Como siempre, el camino fue el que el grupo construyó paso a paso, de acuerdo con sus necesidades y sentires, más allá de las «previsiones metodológicas». Como siempre, fueron los vínculos y afectos los que alentaron el diálogo. El sentir de unas y otras es que necesitaban este tiempo, este espacio. Han vuelto a conjurarse para dentro de poco. Pep dice que se siente feliz.
(La foto, bellísima, es de Cesar González)
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