«Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios».
Konstantino Kavafis, Itaca.
Lo primero es prepararse a vivir experiencias diferentes, a descubrir nuevas personas, nuevos paisajes, otras culturas y formas de ver el mundo y vivir la vida. Por eso, cualquier viaje es una forma de encuentro con lo otro, lo distinto, lo diverso.
También significa disponerse a aprender de todo y también a compartir lo propio, nuestro sentir y pensar, la palabra y la acción. Ese será, junto con la experiencia, nuestro equipaje básico (y uno de los sentidos del propio viaje).
Cuando prepares el equipaje echa también «algo para comer» (o beber), propio del lugar del que procedes, porque compartir la comida siempre ha ayudado a acercarse a quienes viajan juntas y se sientan junto al mismo fuego.
Y guarda algún objeto que represente la isla de la que vienes (allí donde vives y trabajas para intentar hacer mejor el mundo), que nos hable de ella y nos sirva para conocerla mejor cuando nos lo muestres.
El viaje lo haremos entre las personas que compartamos el camino, autogestionándonos, con la participación de todas, aprovechando las habilidades y capacidades, los recursos que sumaremos juntas, desde la colaboración y la ayuda mutua.
El viaje -como en Itaca- es el camino y la meta, lo que buscamos en él son los encuentros, los diálogos, las ideas y las experiencias, los afectos y los vínculos, los aprendizajes, la fuerza para seguir caminando, seguir construyendo -paso a paso- otro mundo mejor.
Seguiremos informando, y si quieres apuntarte al viaje (aunque cada vez quedan menos plazas), puedes hacerlo AQUÍ.
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