Apuntes para la Participasión

Comunidad, Participación y Ciudadanía


Con-Su-Mismo

El «con-su-mismo» no es lo mismo que el «consumismo». El consumismo se basa en consumir y consumir y consumir…-para lo cual es preciso producir y producir y producir…- como si no hubiera un mañana (y, al final, van a tener razón).

Consumir TODO (incluido el propio planeta y las formas de vida que lo habitamos y dependemos de él) para satisfacer la avidez de acumulación de riquezas en manos de unas pocas personas (que no tienen más patria que el dinero).

El con-su-mismo, por el contrario, practica el reciclaje, la reparación de las cosas, su reutilización, el alargamiento de su vida útil: con su mismo traje, con su mismo teléfono, con su mismo par de zapatos… Es una forma concreta de empezar a aplicar, sin esperar más nada, eso que se ha llamado «decrecimiento«.

Las personas «consumismistas» (no confundir con consumistas) defienden y promueven la autoproducción, la economía social y solidaria, el pequeño comercio local, las «todotecas» (donde se prestan a la comunidad útiles y herramientas), la «contrapublicidad«, la gratuidad, la voluntariedad, el altruismo y la taquilla inversa, el trueque, los bancos de tiempo, los mercadillos solidarios y de segunda mano, las cooperativas de producción y consumo local… y cualquier otra forma no mercantil de intercambio y uso compartido de bienes y servicios.

Para el con-su-mismo, vivir con menos cosas, no confundir el valor y el precio, compartir las cosas del común, promover todas las formas de ayuda mutua… es una forma de rebelión contra la dictadura del consumismo, una manera práctica de subvertir los valores que nos impone y sus prácticas adictivas (que tanto daño nos hacen). Es un potente mensaje político.

Pero, además, es una forma saludable y placentera de vivir, entre otras razones porque implica mucha relación con la gente próxima, con la comunidad en la que vivimos. El con-su-mismo se basa en com-partir (participar con) y suele expresarse en actividades colectivas, socializadoras, de encuentro e intercambio, no solo de bienes sino también de saberes y experiencias.

El con-su-mismo moviliza las emociones, activa la creatividad personal y colectiva, las conexiones improbables, la innovación, los mestizajes, la celebración de la diversidad… ¡Es divertido!

¡Y no cuesta dinero!

Veo surgir a mi alrededor muchas de estas prácticas «consumismistas» (aunque ellas mismas no sepan que lo son), todavía a pequeña escala, como iniciativas de grupitos de personas, aunque extendiéndose y normalizándose poco a poco. No será fácil «desengancharnos» del consumismo, porque hemos interiorizado y hecho nuestros sus valores y sus prácticas, pero las semillas ya están brotando.



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