Apuntes para la Participasión

Comunidad, Participación y Ciudadanía


Lo primero: reencontrarnos

He tenido una vida larga y ancha que me ha regalado la oportunidad de conocer personas excepcionales, sabias, imprescindibles, que me mostraron muchas maneras distintas de practicar la bondad y la belleza, de construir comunidad, resistirse a la injusticia, organizarse y colaborar para mejorar la vida de todas.

Durante años he acompañado a colectivos y movimientos sociales en lugares distintos de España, América Latina, el Norte de Marruecos… he escuchado sus historias, sus intentos, sus practicas, sus aciertos y errores, sus experiencias, aprendizajes y logros transformando el mundo concreto y cercano en que vivían, haciéndolo mejor.

Sin duda, esas vivencias y personas forman parte del «lado luminoso de la fuerza«, de una corriente universal que desde el inicio de los tiempos impulsa la vida en todas sus formas, y hace que crezca y se expanda lo mejor de la especie humana.

Pero también he visto la ambición, el odio, la injusticia, la opresión, el expolio, el hambre, la violencia… que condenan a millones de personas al dolor, a la carencia de lo básico para vivir, en un mundo que camina desbocado hacia un futuro incierto.

Repaso algunas «etiquetas» o tópicos que han tratado de describir la realidad durante los últimos cincuenta años: crisis, crisis, crisis (una tras otra), Crisis Social -Antonio Rodríguez de las Heras nos hablaba de «Sociedad de la Crisis«, porque la crisis es la constante-, Cambio de Era, Era del Cambio, Crisis Civilizatoria, Crisis Sistémica, «Explosión del Desorden» -como anticipaba Ramón Fernández Durán-, Cambio Climático, Agotamiento de los Recursos, Emergencia Climática, Colapso Energético, el «Siglo de la Gran Prueba» -como llama Jorge Riechmann a éste-…

Los informes científicos demuestran que la realidad actual del clima, la vida y la tierra supera las peores previsiones y que la (in)acción de los gobiernos y las grandes corporaciones agrava el problema y sus imprevisibles consecuencias.

Pero… ¡no seamos catastrofistas! Y no porque no haya motivos para serlo, sino porque el catastrofismo nos paraliza, nos susurra al oído: «si es inevitable que todo vaya mal, ¿para qué hacer nada?«. Preferimos seguir el consejo de aquella pintada callejera que leyó Eduardo Galeano: «dejar el pesimismo para tiempos mejores«.

¿Cómo será el mundo dentro de 15 o 20 años? ¿Cómo será nuestra vida, nuestra comunidad? ¿De qué manera serán «afectadas» por las distintas crisis? ¿Cómo atenderemos las necesidades vitales de las personas cercanas, la alimentación, la salud, la vivienda, el cuidado de las más mayores y más vulnerables, la educación de niños y niñas…?

La única certeza es que vamos a necesitar toda la potencia social y la inteligencia colectiva que seamos capaces de reunir para hacer frente a los retos y necesidades que ya están aquí y los que vienen de camino. Esto no es un simulacro.

Y, sin embargo, en nuestro entorno encontramos sobre todo pasividad, conformismo, individualización, incertidumbre, ansiedad, depresión, miedo… Como dice Charly Moya: «Nadie quiere poner su vida en el centro de los movimientos sociales ni de lucha alguna. Nadie quiere asumir el riesgo que supone una implicación total en el hacer político comunitario».

No es un panorama alentador, las circunstancias no son favorables, pero -sea como sea- necesitamos urgentemente, tenemos que reaprender a agruparnos y colaborar. No hay elección.

Hemos de entrenar y fortalecer el músculo colectivo, la potencia comunitaria para la ayuda mutua, para la cooperación y la solidaridad, prepararnos para la resistencia y la resiliencia. Nos va la vida en ello: la supervivencia individual y colectiva, la de nuestras comunidades y nuestros entornos, nuestras familias, nuestros hijos e hijas.

Por eso, lo primero de todo es reencontrarnos, darnos la oportunidad de escucharnos, conocernos y reconocernos, empezar a reconstruir vínculos y afectos, compartir saberes y habilidades, aprender unas de otras, empezar a caminar juntas.

Algunas pistas algo más concretas puedes encontrarlas pinchando aquí.



Una respuesta a “Lo primero: reencontrarnos”

  1. […] que la reacción natural -incluso «animal«- ante una situación semejante (véase «Lo primero: reencontranos») fuera agruparnos para defendernos mutuamente, hacernos más fuertes y sobrevivir. Eso lo saben […]

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