Perdidas en la niebla de la incertidumbre, aturdidas por el ruido general, necesitamos una luz que señale un camino. Se revuelven y agitan nuestras emociones: ansiedad, frustración, crispación, impotencia… No podemos dejar de pedalear o remar -sin saber muy bien a donde vamos- por miedo a caer, a que todo se derrumbe.
«La felicidad no es la euforia, sino la calma.»
Para atravesar este tiempo crítico, para salir del agujero, necesitamos un horizonte que haga de imán, una utopía que tire de nuestras mermadas fuerzas, caliente nuestras esperanzas y voluntades, y nos dé motivos y aliento para caminar juntas.
«¿Y, a donde vamos? Solo donde podamos imaginar.»
Ya decía Paulo Freire que para poder construirlo es preciso soñar, imaginar primero ese otro mundo posible. Hemos de ser nosotras quienes soñemos y dibujemos «nuestras» utopías necesarias, quienes definamos las personas y los colectivos que queremos -y podemos- ser, las comunidades que queremos -y podemos- construir juntas.
Necesitamos utopías compartidas, inclusivas, construidas entre todas, incorporando las identidades, la experiencia y la memoria de todas. No importa que no sean grandes ni lo abarquen todo, pueden ser utopías pequeñas, modestas y cercanas -en el tiempo y el espacio-, utopías caseras, funcionales, viables, tan flexibles y dinámicas como lo es la realidad en permanente transformación.
«La utopía del camino»
«Los placeres del camino»
«El valor de las cosas inútiles»
«Amar la no rentabilidad»
«El acto revolucionario de saludar al vecino»
El enorme valor de la utopía radica no solo en señalar un horizonte común, una meta colectiva a alcanzar juntas, sino que, la tarea y el proceso de dibujarlas colectivamente nos une, nos cohesiona, nos hace más fuertes y capaces de hacer cosas juntas.
«Tenemos que fortalecernos en las habilidades del camino».
«Algo que nos ponga a hacer cosas juntas. Vamos a necesitarlas.»
¿Cuáles son esas habilidades del camino que necesitamos fortalecer?
¿La escucha, el diálogo, el placer -y el privilegio- del encuentro, la memoria de la calle y las historias de vida, la disposición al aprendizaje, la colaboración, la ayuda mutua, la recuperación del espacio público, la regeneración de la conexión con la tierra…?
Necesitamos «acompañar y comprender los procesos«, y para ello necesitamos lenguajes nuevos, otros espacios, otros modos y tiempos, otras formas, otros instrumentos…
«La sonrisa. Quiero vivir en un mundo más divertido.»
Invoco, de nuevo, al espíritu inmortal de Emma Goldman, para que nos inspire a soñar utopías que nazcan del encuentro de nuestros corazones, los llenen de esperanza y nos hagan bailar y cantar, creciendo, gozando mientras construimos juntas un mundo mejor para todas.
(Las partes del texto en letra cursiva transcriben expresiones del Cuaderno de Bitácora del Viaje al Archipiélago del Común, utilizadas para establecer con ellas un diálogo imaginario)
Apuntes para la Participasión 
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