Apuntes para la Participasión

Una de los primeros pasos del Viaje al Archipiélago del Común era dibujar, con la ayuda y el diálogo con otras participantes, un «mapa» de la «isla» de la que cada cual venía.

Se trataba de observar con atención nuestra realidad personal y la de nuestros colectivos y comunidades, nuestros territorios, saber desde donde partimos, como es ese sociosistema -o ecosistema- que necesitamos transformar.

A la espera de que Carlos nos devuelva algunas de aquellas reflexiones sistematizadas, yo -que me perdí el Viaje- he querido hacer mi propio mapa, el de mi isla, para plantearme las mismas preguntas que tuvieron que hacerse quienes si viajaron.

¿Qué es lo que define para mi este momento social, como lo siento, como lo pienso, como lo nombro?¿Como nos situamos personalmente, donde estamos, con quien nos conectamos, de qué formas?

Lo primero que he sentido es que, efectivamente, de una u otra forma somos islas, casi siempre centradas en lo nuestro, sin ver a las otras, rodeadas de un mar de confusión e incertidumbre.

Personalmente, siento que mi caminar es -como ha sido siempre- un navegar constante de isla en isla, trayendo y llevando ideas y experiencias de aquí para allá, sembrándo semillas en nuevas tierras.

Una de mis recomendaciones obsesivas -escasamente atendida, como muchas otras- en tantos encuentros y acompañamientos, fue la llamada a salir de la propia isla, a viajar y aprender de otras, a aprovechar la colaboración y la ayuda mutua, a entenderse como archipiélagos, a enredarse y trabajar en red.

Pienso que, si siempre fue importante, ahora nos jugamos la supervivencia en ello. Así que sigo navegando de isla en isla, con la misma matraca: escucharnos, conocernos, aprender unas de otras, ayudarnos mutuamente…

Mis escenarios y paisajes -en lo personal, lo colectivo y lo comunitario-, al igual que los vientos que soplan, se parecen mucho a los de otras islas cercanas, los mismos miedos e inseguridades, la misma ansiedad y desánimo, desilusión, desesperanza, desencanto… Es inevitable: los vientos se conjuran y revuelven en un vendaval de incertidumbres, individualización, aislamiento… Nos sentimos solas e impotentes para hacer frente a lo que llega, a lo que nos afecta a todas.

Y seguimos remando, compulsivamente, sin parar, sin saber a donde vamos.