«¿Nos daremos cuenta que la tierra se mueve bajo nuestros pies, aunque no vivamos en zona sísmica; que estamos entrando en una Tierra nueva, mucho más hostil para la vida humana y para muchas otras formas de vida? ¿Asumiremos nuestra realidad? ¿Reaccionaremos, actuaremos?»
Jorge Riechmann
Sigo estrujándome el coco, rebuscando en la memoria y en la escucha atenta de la realidad -que para eso son buenas las tecnologías- aquellas pistas que nos puedan ser útiles para afrontar el futuro que viene.
Como dice el poeta, nos resistimos a asumir las consecuencias tóxicas de nuestra forma de vida y preferimos apostar al milagro tecnológico, para así alejar el fantasma del colapso, el agotamiento de los recursos y el desorden climático.
Creo que, aunque los efectos del desorden global y la emergencia climática sean evidentes, aún es pronto para que reaccionemos y la mayoría preferimos mirar para otro lado. Como vaticinó Iván Illich, solo cuando se radicalicen los problemas y se haga imposible nuestra forma de vida, entonces, tal vez, reaccionemos y actuemos.
Pero, hasta entonces, no podemos esperar mano sobre mano, abandonándonos a la evasión o delegando toda la responsabilidad en los políticos y los gobiernos. Porque, dependiendo de cual sea nuestra respuesta ahora, así será el futuro.
Y no me refiero a la posibilidad inexistente de revertir las consecuencias del calentamiento global y su impacto sobre la vida, sobre todas las formas de vida. No parece que estemos a tiempo de cambiar eso.
Me refiero a la oportunidad de prepararnos para afrontar lo que venga -sea lo que sea- minimizando hasta donde sea posible sus peores efectos, con la ayuda mutua, compartiendo esfuerzos, fortaleciendo nuestra capacidad colectiva de dar respuesta a las necesidades básicas de la comunidad.
Toca prepararnos y, para ello, podemos hacer YA muchas cosas, por ejemplo:
- Multiplicar las oportunidades de encuentro, diálogo, conocimiento mutuo, pensamiento colectivo… Reanudar conexiones y vínculos entre personas y grupos, más allá de la virtualidad, sentir, pensar, decir y «hacer cosas» juntas…
- Recuperar los espacios públicos, las calles, las plazas, los equipamientos públicos… utilizarlos para la vida, el arte, el encuentro, la convivencia, el aprendizaje…
- Regresar -juntas- a la naturaleza, su conocimiento, cuidado, disfrute… reconciliarnos con ella. Traer la naturaleza a las ciudades, calles, balcones, azoteas, alcorques, descampados… a todos los espacios donde sea posible la vida.
- Practicar el trueque de saberes, la socialización de conocimientos, todas las formas de aprendizaje mutuo… Multiplicar las ocasiones y formatos para el aprendizaje colectivo…
- Aprender a cultivar y producir alimentos, confeccionar o reciclar vestidos, construir o reciclar muebles y útiles, reparar herramientas, realizar colectivamente servicios y tareas comunitarias (limpiar entornos naturales, habilitar espacios okupados…),…
- Practicar formas diversas de economía alternativa: el trueque, el intercambio, los bancos de tiempo, el trabajo comunal, las cooperativas de apoyo mutuo… Crear vínculos directos entre productores de proximidad y consumidores…
- Practicar las artes y las artesanías colectivamente, hacer música, cantar y danzar en grupo, hacer murales… Interpretar y expresar -juntas- el mundo, celebrar la vida… Transformar para la convivencia y llenar de belleza los espacios comunitarios.
- Construir tribus y comunidades educadoras, compartir el cuidado, la crianza, la educación de los niños y niñas. Fomentar las habilidades colaborativas entre ellos y ellas, y las experiencias intergeneracionales.
- Desarrollar todas las formas posibles de salud comunitaria, los hábitos de vida saludable, el cuidado y la ayuda mutua… Construir comunidades cuidadoras, también de las personas en edad avanzada o con necesidades especiales.
- Aprender a gestionar la igualdad y la diversidad en los procesos comunitarios, explorar las formas diversas de construir colectivamente la inclusión y el mestizaje.
- Identificar y reconocer las iniciativas que -en nuestro entorno- aportan algo positivo a la vida colectiva, al fortalecimiento de la comunidad y su potencial. Hacerlas visibles, ponerlas en contacto.
Estas cosas que podemos hacer -y otras muchas que podrían engrosar la lista- YA se están haciendo. Es cierto: hay millones de personas, miles de proyectos grandes y pequeños, en todo el planeta que hacen -a su escala- todas estas cosas. Así que se pueden hacer.
Son cosas que no necesitan el permiso de los gobiernos, la iniciativa de los partidos o la disposición de recursos públicos (aunque éstos siempre sean aprovechables), sino, sobre todo y fundamentalmente, de la voluntariedad y el compromiso de personas concretas.
Por otra parte -si se mira bien- todas esas cosas (y las que faltan en la lista) están relacionadas, unas alimentan y potencian a las otras, se «afectan» entre sí. Todas construyen comunidad.
No lograrán revertir la emergencia climática y muchas de sus graves consecuencias, pero ayudarán -junto con otras muchas iniciativas que construiremos juntas- a prepararnos para afrontar el futuro con mejores oportunidades para la vida.
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