Apuntes para la Participasión

Sumergirse en la profundidad a buscar perlas requiere valentía y otras capacidades como pericia, experiencia, conocimiento del mar… Pero lo que es seguro es que las buceadoras, las Ama, disfrutan lo que hacen, encuentran en su trabajo milenario, en el hallazgo de las perlas, en la entrega al mar, en la inmersión misma… gozos que solo podemos imaginar.
Del mismo modo, en la búsqueda de las «semillas de futuro«, como en la propia acción colectiva, es imprescindible disfrutar. El disfrute colectivo es revolucionario.

El buscador ha de sumergirse en la realidad de las organizaciones solidarias -hasta la profundidad necesaria- para explorar allí las pistas de la presencia de nuevas formas de pensar, sentir, decir y hacer las cosas colectivamente (eso que llamamos «semillas de futuro«), de manera que puedan ser trasplantadas, contadas y compartidas con otras.

Pero esa tarea, como el buceo de las Ama, tiene que ser -de alguna manera- placentera, fluida, gozosa… porque de otra manera, si fuera únicamente una carga pesada e incómoda, rutinaria y aburrida, dejaría de ser satisfactoria y por eso mismo eficaz. Eso no quiere decir que todo vaya a ser fácil, que cada día no surjan retos, dificultades, esfuerzos, dudas, riesgos, miedos… en la inmersión. Pero es que la superación de todos esos desafíos también es fuente de satisfacción.

Sin disfrute, la inmersión será absurda e inútil. Y ese principio -porque es un principio- vale también para la propia acción colectiva y para todas las formas organizativas que seamos capaces de imaginar: si no hay disfrute, no sirve.

El goce, el placer y el disfrute han sido tendencias «mal vistas» en las culturas organizativas de las que venimos, en los colectivos sociales y asociaciones cívicas, en las organizaciones sociopolíticas, en los movimientos sociales… de los que aún somos parte.

La participación, la militancia y el activismo social han estado asociados -de acuerdo con los valores judeocristianos que arrastramos- al sacrificio, la disciplina, la responsabilidad y la culpa, el sufrimiento y la inmolación (si fuera preciso). El placer, la curiosidad, la alegría y la risa, las emociones y los afectos personales… son poco serios, «sospechosos«. Todavía, muchas de nuestras organizaciones consideran que «cuidar nuestras relaciones y pararse a pensar juntas» es una «pérdida de tiempo«.

Pero hace bastante tiempo que descubrimos que sin disfrute no hay participación social. O sea, que si las personas nos aburrimos y no encontramos satisfacción en los procesos colectivos en los que participamos, simplemente dejamos de participar en ellos.

La participación social no puede imponerse (aunque pueda fingirse), y mucho menos en los tiempos que vivimos, así que si queremos conseguir que las personas participen y se impliquen en la construcción de un mundo mejor, no solo habrá que darles buenas razones para ello, sino que las formas de organización y acción colectiva que les propongamos tendrán que ser satisfactorias y gratificantes, tendrán que merecer el esfuerzo que les pedimos.

Intuyo que estamos ante un «indicador» importante para encontrar las «semillas de futuro» que buscamos: el «Indice de Disfrute Interior Bruto«. Las organizaciones y procesos colectivos donde no existe buen rollo, aprendizajes compartidos, celebración, gozo, disfrute… son tristes organizaciones y procesos de corto recorrido (aunque tiren cohetes artificiales).

En esta sociedad nuestra del «pensamiento cero«, que decía José Saramago, del aislamiento y la individualización, de la mercantilización de todo, del miedo y la resignación… el disfrute colectivo es revolucionario. (Continuará)