Apuntes para la Participasión

Comunidad, Participación y Ciudadanía


En la Era de la Comunicación, cuchara de palo

Necesitamos -inevitablemente- de la comunicación para poder hacer cosas con otras personas, pero se trata de una habilidad -individual y colectiva- que no educamos ni ejercitamos (en la familia, en la escuela, en la comunidad…). y sus carencias dificultan -como ningún otro factor- el «éxito» de los procesos colectivos.

Vivimos en la «Era de la Comunicación» (o eso dicen quienes ponen nombres a las «eras«) y los lenguajes, los canales, los medios, las tecnologías, los hábitos de la comunicación… cambian cada día. Con la conocida paradoja de que hoy es más fácil comunicarnos con quienes viven en las antípodas que con las vecinas y vecinos de nuestro barrio.
¿Cómo están «resolviendo» el desafío comunicativo las nuevas organizaciones solidarias?

En entradas anteriores, y especialmente en «Aprendizajes de una inmersión«, he compartido reflexiones sobre las «nuevas» formas organizativas que adoptan y adaptan los colectivos sociales en este tiempo de cambios, crisis e incertidumbre. La reciente inmersión en el Espai Sankofa me sirvió para empezar a identificar y tratar de recoger algunas pautas o pistas que pudieran ayudarnos a anticipar un futuro posible para las organizaciones solidarias.

Pero mi expectativa era encontrar «la comunicación» en el centro, como una pieza fundamental de la arquitectura organizativa, y en Sankofa han puesto en práctica una fórmula aparentemente muy sencilla (que se podría resumir -simplificando mucho- en: «wasap y cafelitos para la comunicación interna; redes sociales y cafelitos para la comunicación con el territorio«) que parece funcionar y satisfacer las necesidades básicas del proyecto. Claro que esta fórmula, en el caso de Sankofa, se sustenta en una sólida red de vínculos personales, basados en la confianza mutua, difícilmente replicable.

Pero sigo pensando, por la observación de Sankofa y de otras muchas experiencias organizativas en los últimos 50 años, que la comunicación es un elemento central que atraviesa y condiciona -para bien o para mal- todos los planos de la cotidianidad de todos los proyectos y procesos comunitarios.

De hecho, creo que buena parte de los «procesos fallidos» tienen su principal punto débil ahí, en la comunicación interpersonal, en los malentendidos, los conflictos mal gestionados, la fragmentación interna… Por eso quisiera añadir dos nuevos «ítem» a la lista de «claves organizativas» que inicié en la última entrada. Algo así cómo:

n. Es determinante que se persiga con empeño una comunicación interpersonal «de calidad». Porque las iniciativas colectivas necesitan que las personas que las hacen, quienes las lideran y son sus actores y actrices principales, se comuniquen bien entre sí, se entiendan, sean capaces de compartir sus ideas y llegar a acuerdos para la acción colectiva.

Eso no es fácil, precisa del conocimiento mutuo y la confianza entre las personas, tiene mucho que ver con hacer cosas juntas (la acción colectiva como aprendizaje), y requiere construir lenguajes comunes (que todas sepamos qué significa que, que hablemos de lo mismo y usemos el mismo lenguaje). La comunicación interpersonal no solo tiene que ser satisfactoria para quienes la practican (si es una experiencia negativa, huirán de ella como del fuego), sino que además tiene que ser útil, eficaz para el «éxito» de la acción colectiva (si solo se queda en puro «blabla«, si no sirve para nada, dejará de interesarnos pronto).

Es evidente que cuanto más grandes son las organizaciones, cuando los procesos cuentan con más personas implicadas, más compleja y difícil se vuelve la comunicación interna. El tamaño importa. Los pequeños colectivos (de nuevo evocamos «la fuerza de lo pequeño«) hacen que sea más fácil una comunicación fluida, horizontal entre sus miembros. Pero esto no significa que se pueda prescindir de la comunicación interpersonal en procesos con más participantes, en organizaciones grandes, sustituyéndola por una comunicación vertical, «de arriba abajo«, sin participación efectiva de los miembros, convertidos en meros receptores de mensajes. Eso desmotiva.

En los procesos más grandes, será preciso descentralizar tareas y facilitar la máxima autonomía de cada parte y la máxima coordinación entre las distintas partes, y además habrá que hacer un esfuerzo vigilante, sostenido, para que se produzca una buena comunicación interpersonal en cada «nodo» y cada grupo de trabajo, entre quienes comparten tareas o funciones comunes, pero también en la comunicación entre los distintos nodos y grupos, en los espacios de coordinación, tejiendo así una trama invisible de relaciones interpersonales (que son las que realmente vertebran los procesos comunitarios).

Es conveniente que las organizaciones y procesos comunitarios se doten por consenso de «reglas de juego» o «reglas de respeto» para la comunicación. Reglas básicas, sencillas, conocidas y aceptadas por todas, que garanticen la escucha, el respeto mutuo, la participación de todas… en las conversaciones -formales e informales- que se derivan del proceso colectivo.

Y es necesario que las personas que participamos en las organizaciones y procesos comunitarios «aprendamos» a comunicarnos mejor entre nosotras, nos formemos para ello, mediante talleres y juegos que nos ayuden a comprender y practicar una comunicación más sana y eficaz («desaprendiendo» muchos viejos vicios instalados en la comunicación de las organizaciones). Para algunas personas, esta formación para la comunicación puede parecer una «pérdida de tiempo«, robado a las tareas verdaderamente importantes, pero es justo lo contrario: una inversión de tiempo y recursos altamente rentable para mejorar la eficacia (y la satisfacción) de la acción colectiva.

La comunicación interpersonal por medios tecnológicos no puede sustituir a la comunicación presencial, ni tiene los mismos efectos sobre el proceso colectivo. Es muy importante, destinar (y preservar en la agenda colectiva) tiempos y espacios específicos para la comunicación presencial y el encuentro. No hay excusas para una necesidad tan importante. Nada suple al abrazo.

Si -circunstancialmente- es imposible la comunicación presencial, siempre será mejor una llamada telefónica o una videollamada que los chats tipo Wathsapp o Telegram (traicioneros, simplificadores y fuentes de malentendidos). Los chats pueden facilitar una comunicación operativa rápida y fluida, centrada en cuestiones muy concretas, pero con facilidad se saturan de contenidos «impertinentes» (que no «pertenecen» al objetivo o tema del chat) y los convierten en una herramienta inútil. Los «chats de trabajo» deben estar «moderados«, para garantizar el respeto a las reglas, y, siempre que sea posible, deben tener una fecha de caducidad (vinculada a la conclusión de la tarea, actividad o programa que justificaron su creación).

Es un error multiplicar sin ton ni son las herramientas comunicativas, especialmente las tecnológicas, los chats, los grupos cerrados de FB, las listas de distribución, los perfiles en redes sociales… Algunos colectivos y procesos sienten la necesidad de «estar en todo«, de otra forma pareciera que no se existe.

Pero lo cierto es que un exceso de herramientas y canales satura la comunicación interna, la bloquea (la «infoxica«), además de demandar una fuerte dedicación de recursos que hay que detraer de otras tareas. Las herramientas tecnológicas para la comunicación interna deben ser solo las necesarias, evaluando su funcionamiento y eliminando las que no sirvan.

Otro nuevo punto relacionado con la comunicación, para añadir a la lista, podría formularse así:

o. Es fundamental una buena comunicación con el territorio, con el ecosistema social donde se desenvuelve la acción colectiva. Porque el «éxito» de la acción depende en gran medida de la capacidad de conectar con ese ecosistema, relacionarse con él, aprovechar las oportunidades y recursos con que cuenta, generar colaboraciones y sinergias con otros actores… Y eso nos obliga a mimar la comunicación con el entorno.

Pero esa cuestión la dejo para una próxima entrada.



Una respuesta a “En la Era de la Comunicación, cuchara de palo”

  1. […] pero también con los grupos y colectivos sociales, que no podemos «no comunicar«. Por eso, en la entrada anterior, proponía añadir un nuevo punto a la lista de factores que están conformando los cambios […]

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