Apuntes para la Participasión

El tiempo es un gran tema en esta sociedad nuestra que corre y corre, deprisa, más deprisa, para llegar a no se sabe donde o quizás para huir de algo que no quiere enfrentar.

También, para los movimientos sociales, los colectivos que animan las resistencias y luchas por los derechos, la justicia social, la igualdad, la supervivencia de la humanidad en el planeta… el tiempo es muy valioso.

Requiere mucho tiempo, es laborioso y difícil, sensibilizar y movilizar a otras personas, a los distintos sectores sociales, a nuestras comunidades cercanas… para conseguir con frecuencia unos decepcionantes resultados frente al enorme poder desmovilizador de los poderosos y sus medios de comunicación.

En reuniones y asambleas escuchamos una misma queja: «somos pocas personas, casi siempre las mismas, estamos metidas en muchas cosas a la vez –porque la agenda de movilizaciones es infinita– y además tenemos que conciliar y convivir… estamos muy cansadas, siempre vamos deprisa, nunca tenemos tiempo…»

Caemos a menudo en el vértigo de un activismo frenético que no se atreve a dejar de pedalear, no sea que la bicicleta deje de avanzar (sin saber hacia donde), y sentimos que «no se puede parar» de hacer cosas (sea lo que sea).

A veces creo que ese activismo -«como pollos sin cabeza«- que se repite y agota en los mismos rituales y gestos (como en «el día de la marmota«), en aniversarios y efemérides, con la participación de las mismas o parecidas personas, responde más a alimentar la «buena conciencia» de quienes nos movilizamos que a meterle mano -en serio- a los problemas. Repetir las mismas acciones solo puede conducirnos a los mismos resultados.

Necesitamos tiempo. Tiempo para «parar» y pensar juntas («conspirar«, o respirar juntas, como dice Amador) para reflexionar sobre nuestra experiencia y nuestras prácticas, sobre las formas de organizarnos y de actuar…. para poder ser más eficaces y encontrar mayor satisfacción en nuestra acción colectiva. Pero no tenemos tiempo. Así que seguimos adelante, a ciegas o a tientas, aunque repitamos los mismos errores.

En otras organizaciones y movimientos, distintas voces también se lamentan: «los tiempos dedicados al cuidado mutuo, la reflexión colectiva o la utilización de métodos participativos y dinámicas, están muy bien, ayudan a crear un buen ambiente grupal, pero -como tenemos poco tiempo- distraen nuestra atención de lo importante, de la causa o el propósito que nos mueve. Es una forma de «perder el tiempo«.»

¿»Perder el tiempo» o «ganarlo«? Parece que este fuera el dilema a resolver, planteado (convenientemente) en términos mercantiles, como si todo -también el cambio social- fuera un asunto puramente económico, matemático y cuantitativo, de pérdidas y ganancias.

Pero sabemos que la calidad del tiempo es tan importante -al menos- como su disponibilidad. Porque el tiempo de calidad «invertido» en el conocimiento mutuo, la construcción de confianza, el análisis colectivo de la realidad, el aprendizaje de la capacidad de trabajar en equipo y cooperar con otros… es «altamente rentable«, se traduce en mejores resultados de nuestra acción colectiva y en una mayor satisfacción personal de quienes participamos en ella.

¿Acaso no es eso «ganar el tiempo«?

(La calidad del tiempo que le dedicamos -más allá de su cantidad, que también es importante- es factor determinante en el «éxito» de cualquier relación: en la pareja, la familia, la crianza, la amistad, la comunidad local, las organizaciones y grupos de los que formamos parte…)