Apuntes para la Participasión

Comunidad, Participación y Ciudadanía


¿»Liquidar» a las organizaciones?

No se si alguien tiene dudas sobre el ocaso de los viejos modelos organizativos verticales y jerárquicos, basados en el control, en la disciplina y la concentración de las decisiones (el poder) en pocas personas… Sirvieron tal vez para avanzar una parte del camino de los movimientos sociales en la Historia pasada, pero hoy apuntalan estructuras duras, opacas, poco abiertas y participativas, que no consiguen captar la atención y la implicación de otras personas. Todo ello contribuye a que, a menudo, sean poco eficaces en su acción colectiva.

Y, sin embargo, esas organizaciones de otro tiempo se resisten a cambiar como gato panza arriba, porque tampoco han cambiado los marcos mentales de las personas que las impulsan y lideran, y siguen haciendo las cosas como siempre se han hecho, sin pararse a considerar otras formas posibles de pensar y hacer las cosas. No hay tiempo. «Más vale lo malo conocido…».

Muchas organizaciones y movimientos van encogiéndose poco a poco, convirtiéndose en pequeños grupos endogámicos de «irreductibles«, que nunca se rinden. Otras se «profesionalizan» y se convierten en un fin en si mismas (garantizar el sostenimiento precario de quienes allí trabajan). Parafraseando a Groucho Marx, «el año pasado estábamos al borde del precipicio, pero el próximo daremos un gran paso adelante«.

Por su parte, las personas «normales» (me refiero a quienes no son frikis de la participación sociopolítica) pasan tres kilos de complicarse la vida en organizaciones y procesos colectivos. Muchas vienen de anteriores experiencias negativas en colectivos, asociaciones y partidos, y han desarrollado una alergia visceral a la palabra «política» (porque -equivocadamente- se identifica con «partidos«, cuando todo lo que hacemos es «política«, incluida la «no política«.).

Pero además, los cambios vertiginosos, la precariedad laboral y vital de muchas personas, la falta de expectativas de futuro y otros muchos factores de nuestro tiempo complejo, hacen que crezca la apatía, la desafección social, el abandono de partidos, sindicatos y otras organizaciones sociales. Los colectivos y asociaciones están «en cuadro» y las personas activistas están en cuatro… o cinco cosas a la vez.

La paradoja, como he recordado en alguna ocasión, es que no es posible el cambio social sin organización, que las personas necesitamos agruparnos y llegar a acuerdos para hacer cosas juntas, y lo necesitamos más que nunca porque -aquí y ahora- hay que enfrentar los desafíos socio ecológicos y de todo tipo que se nos amontonan en el horizonte colectivo.

Es imposible «liquidar» a las organizaciones, prescindir de ellas, no existe la opción de la «no organización«… es como creer en los milagros o abandonarse al azar, «a ver qué pasa«. Solo nos queda aprender a construir nuevas formas organizativas para un tiempo nuevo. No sabemos como se hace, no tenemos referencias y modelos, pero si tenemos algunas pistas e intuiciones.

Marina Garcés, filósofa y activista, nos avisó en «Ciudad Princesa» de que la participación social y política ha cambiado, que ya no responde al viejo modelo «militante» de sacrificio y pleno compromiso con la organización, que ahora es mucho más «de entrar y salir«, el compromiso no se entrega permanente e incondicionalmente, se presta temporalmente, sin renunciar a la crítica.

Otro filósofo, Zygmunt Bauman, puso de moda en la década pasada el concepto de «sociedad líquida«, y nos invitó a pensar y poner en marcha formas más flexibles y abiertas de participación y organización social, mecanismos y estructuras más «líquidas«, capaces de adaptarse a los cambios continuos de la realidad.

Las nuevas formas organizativas que pongamos en pie deben ser más horizontales; facilitar todas las formas posibles (y diversas) de participación de sus miembros; aprender a gestionar su diversidad (reconociéndola como una riqueza); respetar y acompañar las circunstancias particulares de cada persona (cultura del cuidado); huir de los excesos formales, de la burocracia, de la despersonalización de las relaciones; dar mucha mayor importancia -y tiempo- a los procesos (para que puedan producirse resultados);…



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