Apuntes para la Participasión

Comunidad, Participación y Ciudadanía


Nosotras, juntas, aquí donde vivimos…

La precariedad es lo «normal«, al menos para quienes no formamos parte de esa minoría que, crisis tras crisis, sigue acumulando riquezas. La mayoría le vemos las orejas al lobo de la escasez, tenemos trabajos precarios, nos agobiamos en la incertidumbre, vamos tirando como podemos…

Y esto no ha hecho más que empezar. En África y los países empobrecidos saben mucho del impacto brutal del capitalismo neoliberal y neocolonialista sobre sus entornos naturales, sus vidas y sus pueblos, y -huyendo de eso- se arrojan al mar en cayucos y pateras.

La precariedad es también norma en muchas organizaciones solidarias y ONG, creadas en las sucesivas crisis ante la descomposición del Estado de Bienestar para gestionar la ayuda escasa. Alguien las ha llamado «la industria de la miseria». La sostenibilidad de los proyectos asistenciales o comunitarios no puede depender de los recursos y subvenciones públicas, que van a ir recortándose hasta desaparecer.

Y, sin embargo, en los próximos años van a aumentar las necesidades relacionadas con la salud, la alimentación, la vivienda, la educación… con la vida, entre los sectores más débiles y vulnerables de nuestra sociedad.

No cabe esperar soluciones del Estado, de unos poderes públicos que parecen mirar para otro lado, aunque haya que seguir denunciando y exigiendo, luchando de todas las formas posibles para que se preserven los derechos, se repartan los recursos existentes y se atienda prioritariamente al bien común.

Pero las respuestas de futuro han de producirse allí donde vivimos, en las comunidades, en los pueblos, barrios y ciudades, y las protagonistas hemos de ser las personas, nosotros y nosotras, juntas, desde la ayuda mutua y la colaboración. No hay otra forma.

Es importante cambiar la lógica de nuestras prácticas y nuestras organizaciones, escapar de la lógica capitalista, mercantilista, «marketinista«, competitiva, productivista… que contamina inevitablemente la acción colectiva hasta hacerla funcional al propio sistema. Es inútil, por imposible, tratar de cambiar el sistema que nos mata, con sus mismas herramientas y valores.

Hemos de aprender, practicar y extender -en nuestros colectivos y movimientos sociales- otras formas de economía colaborativa y del bien común: el trueque, el préstamo, el reciclaje, el aprovechamiento y la reutilización, los bancos de tiempo, de recursos y herramientas, las pequeñas cooperativas de producción y consumo, las de servicios, los grupos de cuidados mutuos, los mercadillos locales y de proximidad… todas las formas posibles de economía social y solidaria.

Los colectivos y procesos comunitarios necesitamos inventar nuevas maneras de sostener los proyectos y procesos colectivos, optimizando el aprovechamiento de los recursos existentes, poniendo a trabajar nuestra creatividad e inteligencia colectiva, aprendiendo y desarrollando nuestras capacidades para colaborar y ayudarnos mutuamente.

Que fácil es decirlo.



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