Por Hilario Sáez
Después de las movilizaciones del 15-M, me pasé por la acampada de Sevilla para echar una mano. Con mi pegatina de voluntario pregunté en la comisión de cocina, en la de logística, en la de comunicación, pero nadie sabía qué hacer con un sociólogo jubilado. Hice alguna sugerencia sobre la posibilidad de organizar voluntarios, extender el movimiento más allá de la acampada, o incorporar los cuidados a la convivencia, pero enseguida me di cuenta de esa sensación de estar compartiendo los pensamientos con mucha gente que acompaña a los momentos históricos en los que surge una nueva conciencia colectiva. Solo que esta vez no era yo sino gente mucho más joven y diversa la que estaba llevando a la práctica todo lo que se me ocurría, con una naturalidad que me sorprendía y con una habilidad para comunicarlo que todavía me tiene fascinado. Con la sensación de estar siendo jubilado también como activista, me senté a escuchar en alguna asamblea y en ese ambiente que me resultó más familiar incluso me atreví a intervenir para recordarle a algunos de las viejas glorias que insistían con pasadas consignas y advertencias, que nosotros ya nos habíamos equivocado muchas veces como para tratar de dar lecciones a nadie.
Hace un par de semanas un grupo de tantos que se han estado planteando cómo mejorar el proceso de participación en la acampada de Sevilla, me llamó pidiendo colaboración para tratar de mejorar las dinámicas de las asambleas. Hablé con Antonio Moreno para ver cómo podíamos echar una mano y nos fuimos a las Setas. Nos encontramos con un grupito de cuatro o cinco personas, a las que se unieron otras tantas, que habían planteado hacer un grupo de trabajo para proponer algún método de organizar las asambleas generales de los sábados que en el momento álgido de las movilizaciones habían convocando a dos mil personas y terminado con divisiones o incluso algún enfrentamiento.
En vez de soltarles alguno de los manuales de democracia participativa, se nos ocurrió sobre la marcha convertir aquellas experiencia en un taller sobre cómo organizarnos quienes estábamos allí y en ese momento, para contribuir a que la participación fuera más satisfactoria. Nos planteamos como objetivo organizar un reunión para preparar las asambleas y acordamos una metodología de trabajo mínima: tiempo máximo, ronda de presentación para decir porqué estábamos allí y qué problema veíamos en el funcionamiento de las asambleas, un tiempo para deliberar, otro para hacer propuestas y un tercero para tomar decisiones. Antonio con su papelógrafo devolvía después de cada tiempo y yo cuidaba de la dinámica, aprovechando las intervenciones para hacer algunas preguntas y comentarios de educación para la participación.
Las experiencia fue bastante satisfactoria y quedamos que Antonio se pasaría por la reunión para preparar la asamblea y seguir echando una mano. En el proceso de convocar la reunión para preparar la asamblea, sin embargo, se fueron añadiendo gente que había tenido la misma idea y estaban haciendo otras propuestas similares por otras vías. Yo no podía porque tenía que terminar una cosa y además había quedado ya con otros compañeros del Foro de Hombres por la Igualdad para repartir octavillas con la convocatoria de hombres contra la violencia machista. En las vueltas que iba dando por los grupos, hablando con la gente que estaba en la acampada, me encontraba que había mucha gente y varias iniciativas que se estaba planteando la misma necesidades de organizar mejor las asambleas. Además de la de metodología en la que estaba Antonio y Juanma Romero con otros amigos de las Sirenas, había otro grupo de treinta o cuarenta personas, algunas de distintas comisiones, que estaban tratando de fijar y organizar el orden del día. Se me ocurrió decírselo y, con la espontaneidad que se hacen las cosas en este movimiento, decidieron sumarse a la otra reunión para coordinarse. El resultado fue una sesión conjunta que sirvió para consensuar orden del día y metodología, y se acordó plantear en una nueva reunión de preparación de la asamblea que se comunicó a coordinación para que informara al resto de comisiones y a toda persona que quisiera plantear alguna porpuesta, con la intención de que el proceso fuera lo más democrático y transparente posible.
Esta reunión se celebró el sábado a las 18:00, dos horas antes de que empezara la asamblea general que estaba convocada. Asistieron una setenta personas y, aunque no se siguió mas que una metodología rudimentaria, que suscitó numerosas discusiones y malentendidos, quizás por que existía un cierto consenso previo, logró consensuar un orden del día razonable y organizar un equipo de dinamización encargado de cuidar de la asamblea. El equipo, a pesar de tener diez minutos para organizarse, quizás por que varios tenían formación y habían hablado sobre la metodología, funcionó bien y la asamblea mejoró mucho y se convirtió para la mayoría en una experiencia real y positiva de democracia participativa.
Por supuesto también hubo fallos y cuestiones que había que mejorar. La mayoría se originan en la naturaleza espontánea de una participación directa, horizontal y que desconfía de cualquier sigla (DRY, incluida) o incluso ideología (sin banderas) que pudiera organizarla o estructurarla. La respuesta que el propio movimiento se plantea es la conciencia de que estamos aprendiendo e inventando algo nuevo. Mientras que dure esa actitud y sentimiento, el movimiento seguirá su camino.
Pero para hacerlo más ágil y llevadero (lo que quizás sea una preocupación de los viejos escépticos) convendría también aprender de los errores. La última asamblea, celebrada ayer con la asistencia de unas 400 personas, no ha sido peor que las primeras. Pero posiblemente porque la comparamos con la anterior, puede dar la impresión que ha supuesto una experiencia negativa.
Los problemas que se evidenciaron, sin embargo, no son solo, ni principalmente, responsabilidad del equipo de personas cuidadoras de la asamblea que se ofrecieron voluntariamente o más menos forzadas porque otros preferimos torear o mirar desde la barrera. Los problemas que tuvieron para dinamizar la asamblea parten de la falta de un tiempo mínimo para organizarse, ponerse de acuerdo en los papeles y conocerse. Esta vez se tuvo que hacer en menos de cuatro minutos, porque las reuniones que se hicieron los días anteriores (jueves de 18:00 a 20:00 es la cita de las reuniones para preparar la asamblea) se dedicaron a discusiones y disputas formalistas que después no tienen ninguna relevancia y a solucionar los problemas de coordinación e información para generar una agenda de cuestiones con el que hacer un orden del día mínimamente discutible y cuyas propuestas improvisadas son en las que tropezamos una y otra vez.
Como siempre pasa en estos casos, hay quien con toda su buena voluntad ofrece soluciones que no hacen más que volver a descubrir el mediterráneo. También hay quien aprovecha el momento para seguir sacando malos rollos, desconfianzas y paranoias que solo están en sus cabezas y con las quieren terminar por crear un ambiente en el que nada sea posible más que lo que está inventado (y ellos ya creen que controlan). De la inteligencia colectiva para saber superar estos escollos, también depende que el movimiento siga un camino.
Caminante no hay camino…
Hilario Sáez

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