Los sistemas vivos necesitan alimentarse para poder funcionar y cumplir su misión. Todos sirven y se sirven de su entorno, del ecosistema del que forman parte y dependen para vivir.
La mayoría de las «cosas» que amueblan Sankofa y llenan sus paredes viven una segunda o tercera vida. Son objetos reciclados, recogidos de la basura o donados por la gente del barrio, desde el piano centenario del «piano–bar» a los sillones modernistas del «conversatorio» (donde sentarse a dialogar, escuchar, compartir, entender…). Otros son productos del taller de carpintería y mecánica (y de la cabeza y las manos de Diego y Pep), inventos a medida del espacio (como la «mesa-baobab«), combinaciones y soluciones imposibles… que funcionan. Todo responde a la filosofía del espacio: aprovechar, reutilizar, reciclar, compartir, intercambiar… principio que se aplica a las ideas, a los conocimientos, a las cosas. Economía social, informal y colaborativa.
Conseguir los recursos para poder hacer cosas juntas es y ha sido siempre un reto fundamental, una tarea clave en todas las iniciativas comunitarias. Muchas de ellas encallan o naufragan en estas aguas turbulentas de la economía organizativa. Obtener el dinero necesario para sostener los proyectos, financiar las actividades, pagar el alquiler de los locales, remunerar a quienes los gestionan… se ha llevado una parte importante de la dedicación, del tiempo y la energía de las personas y los grupos que los pusieron en marcha. Y, además, esa necesidad imperiosa de recursos ha hipotecado a menudo la autonomía y la independencia de iniciativas que han acabado subordinadas a las instituciones políticas y a sus lógicas partidistas y burocráticas.

Las personas que hacen Sankofa se han «buscado la vida» para que no dependa económicamente del espacio. Uno recibe un Ingreso Mínimo Vital, otro trabaja en un bar, las chicas de Fractals -que tienen su oficina en el mismo espacio y contribuyen al proyecto con aportes propios- planean y llevan a cabo un montón de proyectos de educación artística aquí y allá, otro compañero dinamiza grupos de jóvenes en institutos y municipios… Todas dedican su tiempo voluntario a Sankofa, se sienten activistas (y «artivistas«) del espacio.
Sankofa no recibe subvenciones, y se mantuvo abierto durante la pandemia gracias a la ayuda de la comunidad. Las donaciones -en metálico o en «especie«- son una de sus fuentes de recursos, junto a la caja-abierta del piano-bar autoservicio (todo un desafío para el autocontrol personal y la confianza mutua). Los mini-conciertos que se realizan a menudo funcionan con «taquilla inversa» y la recaudación es para los grupos y músicos, que casi siempre donan una parte al espacio. Los libros, ropas y otros muchos útiles se truecan o intercambian en mercadillos abiertos, aprovechando las fiestas en la calle. Un conjunto de distintas actividades que aportan un goteo de micro donaciones que suman al resto de ingresos.
Un proyecto central de SOVINT -la ONGD que da soporte jurídico al espacio- afecta de lleno a su misión y contribuye de forma importante a la economía de Sankofa. Es el Museo Ambulante de las Culturas, que consiste básicamente en una colección de colecciones de objetos cotidianos, juguetes, máscaras, títeres, instrumentos musicales… de todo el mundo, con los que se diseñan y montan talleres y exposiciones -fácilmente transportables- que sirven de fascinante pretexto para evocar -detrás de cada objeto- las historias de las personas diversas, de los distintos pueblos y culturas que habitan el mundo. El museo viaja, invitado por centros educativos y comunitarios, festivales de títeres, eventos culturales y festivos… extendiendo la cultura de la diversidad y el respeto mutuo, y generando aportaciones y donaciones que ayudan a sostener Sankofa.
Todo este conjunto de principios y prácticas que afectan a la economía organizativa, a la sostenibilidad del espacio, no son accidentales o resultado de la mera adaptación al contexto y a sus circunstancias cambiantes. Responden a valores fundamentales, a razones ideológicas, a una «posición política» clara y consciente: Sankofa está contra la mercantilización de la vida, contra el capitalismo que destruye la vida y el planeta, enfrenta a los pueblos y las personas, destruye la diversidad biológica y cultural… Y quienes hacen Sankofa tratan de que todo lo que ocurra allí dentro se corresponda lo más posible con esa convicción. Pep dice que en Sankofa la política no se dice, se hace.
NOTA 1:
El título de esta Toma 2 se debe a que Sankofa me recuerda al «movimiento-guerrilla» del que habla Amador Fernández-Savater en «La Fuerza de los Débiles». No solo por las formas de actuar, sus tácticas y estrategias, sino también por su «economía de guerrilla»: el conocimiento del terreno y sus recursos, el aprovechamiento del territorio, las redes invisibles de personas de apoyo, la austeridad y creatividad de los medios… tan propias de las tácticas guerrilleras. (Seguramente, esta metáfora de aroma belicista no les va a caer muy bien a las gentes de Sankofa, que son pacifistas, antimilitaristas y no violentas. Aunque les podemos ofrecer ejemplos de otros «modelos» de guerrillas, como el FZLN, el CIRCA o La Policía del Amor, que tal vez les reconcilien con la metáfora).
NOTA 2:
Cuando trato de contar lo que vi y oí en mi «inmersión» en Sankofa, soy consciente de que se trata de un caso «irreplicable», o sea, de que no vamos a poder clonar a Pep ni al resto de las compas, ni podemos trasplantar el local del Carrer de la Beata Inés. Y, además, Patraix tiene una historia y una identidad propia muy marcadas, y cada realidad y cada contexto son únicos. En el pasado hemos metido mucho la pata al replicar en serie -fuera cual fuera el contexto- propuestas de intervención comunitaria pensadas para una situación y una realidad específica… o diseñadas en un despacho lejos de cualquier realidad concreta. Así que no parece buena idea volver a copiar e imponer fórmulas y modelos. No se trata de «reproducir» Sankofa, sino de aprender de su experiencia, descubrir sus claves, dialogar con ellas, dejarnos cuestionar por sus preguntas, y adaptar y aplicar aquí -en cada realidad concreta- lo que descubramos allí.
NOTA 3:
La buena noticia es que -como demuestra Sankofa- es posible hacerlo. Y existe una multitud de personas repartidas por todo el planeta que, comprometidas en miles y miles de proyectos, están re-inventando, en la práctica, nuevas formas de hacer las cosas juntas para transformar el mundo, empezando por el trozo más cercano.
(Continuará)


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