Apuntes para la Participasión

Comunidad, Participación y Ciudadanía


La vida en el centro

Cuando hablamos de los proyectos y procesos colectivos, de las nuevas formas organizativas que estamos construyendo para enfrentar los desafíos que traen los vientos del futuro, hay una frase que se repite: «poner la vida en el centro«.

La frase expresa la urgencia de un giro radical en las prioridades de la comunidad social: de colocar la acumulación del beneficio y el lucro individual en el centro de las aspiraciones humanas -poniendo con ello en riesgo la supervivencia de la vida en el planeta- a entender que otro futuro mejor posible pasa necesariamente por la colaboración y la ayuda mutua, por poner el cuidado de la vida en el foco de nuestros esfuerzos colectivos.

Pero no basta con la teoría, la frase no puede quedarse en un eslogan que incorporamos a nuestros discursos de moda, necesitamos llevarla a la práctica. O, al menos, intentarlo.

Poner la vida en el centro de las nuevas organizaciones -sean estas como sean- significa que sus actividades y también su dinámica organizativa, presten atención preferente a cuanto tiene que ver con la vida de las personas que las formamos, y con las que vivimos y formamos comunidades.

En todas las comunidades -porque vivimos en un mundo global e interdependiente y es imposible escapar de él o aislarse- están en grave riesgo el aire, al agua, la tierra, la convivencia… los recursos básicos que hacen posible la vida. El riesgo es mucho mayor para las personas más débiles, porque las más ricas y poderosas siempre encuentran la manera de «aliviar» las escaseces.

No nos será difícil hacer la lista de todas aquellas cuestiones que «afectan a la vida» de las personas, a nuestras vidas. De hecho, si sumamos las «causas» de los distintos colectivos y asociaciones que actúan en la comunidad, veremos como se compone fácilmente el rompecabezas de necesidades e intereses «vitales«. Y veremos también que todas esas necesidades están conectadas entre sí y «afectadas» por las mismas amenazas para la vida en el planeta. Poner la vida en el centro significa hacer conscientes, para nuestro colectivo y para la comunidad, esas conexiones que atraviesan nuestras vidas.

Las organizaciones somos, esencialmente, las personas que las formamos, y poner la vida en el centro también significa que no seremos números, meros peones, instrumentos de la organización. A diferencia de otros tiempos, la mayoría de las personas afectadas e implicadas en los movimientos sociales no somos «activistas anónimas«, comprometidas, disciplinadas, dispuestas a «sacrificar» nuestras vidas por la causa.

Como dice Marina Garcés, la participación social de nuestro tiempo es de «entrar y salir«. Las formas de participación han cambiado profundamente, y el viejo «modelo militante» desfallece por momentos.

Somos personas con sueños, anhelos, necesidades, incertidumbres, dudas, miedos, contradicciones, afectos, vínculos, carencias… con vidas vulnerables que hemos de cuidar (las nuestras y las de las otras). Vivimos en un mundo que, en palabras de Eduardo Galeano, está «patas arriba«. Y no podemos entender la participación social como una condena, una inmolación, sino como una oportunidad para la vida. Las organizaciones no pueden dejar todos esos aspectos, que afectan a la vida cotidiana de las personas concretas, «fuera» de sus causas y sus luchas, al margen de su proceso organizativo. Es imposible, se colarían por la puerta de atrás.

Así que nos toca construir una «cultura de los cuidados» para sembrarla y cultivarla en todos los planos y espacios de la organización. Y hacerlo sin dejar de caminar, sobre la marcha, aprendiendo de la experiencia, aprendiendo siempre, porque la cultura organizativa de la que venimos sabía poco de estas cosas.

Nuestras actividades públicas (charlas, encuentros, eventos, movilizaciones…) y también las internas, derivadas de la dinámica organizativa (reuniones, asambleas, jornadas…) han de «contar» con la vida, tener en cuenta las circunstancias de las personas diversas, buscar, facilitar su participación, reconocerla y reforzarla.

Se trata de una «revolución» en la cultura organizativa dominante: de la competencia entre egos y la acumulación de poder, a la colaboración y la ayuda mutua, de la despersonalización de los procesos, al protagonismo de las personas.

Y hemos de celebrarla. Celebrar la conciencia común y la acción colectiva, celebrar la fraternidad, la sororidad, la solidaridad, la colaboración y la ayuda mutua, la inteligencia colectiva… celebrar la vida. Sabemos muy bien que las causas tristes son tristes causas. No se trata de impostar entusiasmos fingidos, particularmente en estos tiempos oscuros y difíciles, sino de reconocer en la acción colectiva un motivo para la esperanza.

Como dice el poeta Jorge Riechmann: «Darnos la mano en la oscuridad no derrota al monstruo, pero nos salva del miedo«.



Una respuesta a “La vida en el centro”

  1. […] las «temáticas» de los procesos que -en cada caso y contexto- podamos impulsar (siempre con la vida en el centro), como que -al mismo tiempo- sirvan para fortalecer las capacidades organizativas básicas que […]

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