Eso que llamamos «amor» y «cuidado«, lo que nombramos como «amistad«, «cariño» y «afecto«… se concreta en una receta sencilla: dedicar tiempo, atención a las otras personas.
Cuando sentimos un vínculo, una conexión fuerte con otras personas, el tiempo con ellas fluye y nuestra atención va fácilmente hacia ellas. La dedicación a aquello que amamos o nos gusta no la sentimos como una carga, sino como un placer, una satisfacción, algo que nos enriquece.
La atención es la clave. De nada sirve expresar interés o afecto por algo si no se traduce en prestarle atención, dedicarle tiempo al objeto de interés (aunque vivamos tiempos de fáciles «megusta«, y nos satisfacemos con el número de «likes«).
Hay muchas formas de dedicarle atención a cultivar los afectos, y no se trata tanto (aunque también) de una cuestión de «cantidad de tiempo«, sino más bien de «tiempo de calidad».
Lo mismo pasa con los procesos colectivos, que precisan atención y tiempo. No avanzan solo con el apoyo virtual de muchas personas, por importante que sea conseguirlo, sino que necesitan la dedicación de personas concretas que lleven a cabo tareas concretas para poder dar cada paso.
Por un lado, cuantas más personas sean, más podrán repartirse las tareas o más tareas podrán abarcar, pero, por otra parte, es difícil conseguir implicar a muchas personas y, cuando lo logramos, topamos con las dificultades propias de la comunicación entre quienes participan y de la toma de decisiones, que cada vez han de tener en cuenta a más personas.
Y todo ello en un contexto social en el que cada vez son menos las personas que se comprometen a tope en los colectivos y procesos comunitarios y, muchas de esas, participan al mismo tiempo de otros grupos y procesos, con una saturación y estrés que ayuda poco al avance de la acción colectiva.
No es fácil «gestionar» el tiempo, o los «tiempos«, de los colectivos y de los procesos comunitarios, es algo que vamos a tener que aprender en un escenario inédito, en un contexto nuevo.
Pero el reto principal, en mi opinión, es conseguir que el tiempo dedicado a la acción colectiva sea sentido por quienes participan en ella como un tiempo de calidad que nos enriquece y aporta elementos esenciales para la vida en común: acogida, escucha, respeto, apoyo mutuo, un propósito colectivo, un sentido común…
No se cómo se consigue que nuestros colectivos y procesos comunitarios se conviertan en espacios de aprendizaje, de crecimiento personal y colectivo, de iniciación a la colaboración y el apoyo mutuo, lugares en los que sea deseable participar, a los que merezca la pena dedicar el tiempo.
No se cómo se hace, pero creo que es el único camino.
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