Son muchas, cada día más, las voces que dicen, con distintas palabras y acentos, con lenguajes diferentes como Miguel Brieva en sus dibujos, que este es el momento, ahora. Dicen las voces que estamos viviendo años claves en los que se decide el futuro de la humanidad. El nuestro, el mío y el tuyo también.
No es literatura o especulación, es algo concreto y preciso: de lo que hagamos ahora, en la próxima década, dependerá que el mundo sea -antes de alcanzar la mitad del siglo- un lugar abiertamente hostil para la vida o un hogar en reconstrucción para todos los seres vivos.
Las voces se dirigen a todas y todos, a las comunidades, a las naciones, los pueblos, los gobiernos del mundo… pero también nos interpelan a cada persona, a mi y a ti: ¿Qué voy a hacer? ¿Miraré para otro lado? ¿Negaré la evidencia y despreciaré las voces? ¿Me refugiaré en la impotencia y el cinismo para no hacer nada? ¿Dejaré que el miedo me atrape y me paralice?
Las grandes crisis, los desastres y catástrofes, las guerras sacan –al parecer– lo mejor y lo peor del ser humano, quienes ponen el cuerpo para ayudar a las otras personas y contribuir al bien común, y quienes ponen por delante de todo su beneficio e interés particular.
Para estos últimos, de los que sobran los ejemplos, quienes han decidido que no haya límites para su riqueza, aunque sea a costa del mundo y el sufrimiento de millones de personas y de las futuras generaciones, nada importa. Siempre habrá, como en las películas, una nave para abandonar el planeta cuando reviente.
Para quienes solo podemos apostar por la colaboración y la ayuda mutua, porque en ello nos va la supervivencia y la de nuestros hijos e hijas, no hay mucho que pensar. O hacemos algo -ahora- o tendremos bien merecido lo que nos pase mañana.
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